TODO EMPIEZA EN EL BAUTISMO
La
consagración religiosa profundiza en el sentido de la consagración primera y
más esencial: la del Bautismo. Por él, el cristiano participa en el Misterio
Pascual de Cristo, misterio de muerte y de vida.
Por el
Bautismo somos liberados del pecado, somos regenerados como hijos de Dios en el
Espíritu Santo, somos incorporados a la Iglesia y participamos de la misión de Cristo,
profeta, sacerdote y rey.
La
experiencia de la
Resurrección es pues, sin duda, el corazón y la verdad
fundamental de la fe cristiana. Verdadera columna vertebral que sostiene el
edificio de la fe en el Dios Amor, Padre, Hijo y Espíritu Santo. La Iglesia ha hecho de la
experiencia de Cristo resucitado el fundamento de su esperanza y la fuerza que
impulsa su misión.
Toda
vocación en la Iglesia
nace de la fe en Cristo, muerto y resucitado, vencedor del pecado y de la
muerte. Él llama, fascina y transforma.
Sentir la
llamada de Dios en Cristo supone, gracias a la docilidad al Espíritu Santo,
identificarse con la forma de pensar, de sentir y de actuar del Maestro. En su
nombre, los llamados no pueden dejar de decir lo que han visto y oído.
Paco
Daza, O.Carm
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